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RICARDO ARISPE: INTERVENIDOS

Las sociedades y los sujetos intervenidos pierden soberanía, ven disminuida su libertad. Intervenir significa examinar, controlar, censurar, espiar, fiscalizar e interponerse con autoridad. Estas acepciones están referidas a modos de ejercer el poder, a la manera que una voluntad dominante tiene para penetrar en un espacio delimitado y actuar con autoridad. Sin embargo, intervenir también significa tomar parte en un asunto: interceder o mediar entre quienes pelean. Como verbo intransitivo equivale a ocurrir, acontecer.

La intervención tiene una complejidad particular pues apela a diversas acciones con propósitos desiguales. Aún así, las diferentes alternativas están relacionadas con una ubicación y un acontecimiento: estar entre (inter) y transformar lo dado.

Para sopesar semejante complejidad en la obra de Ricardo Arispe, llamada Intervenidos, es necesario adentrarse a través de dos vías. La primera cruza los dilemas de las sociedades contemporáneas y conecta con los efectos particulares de la crisis venezolana. La segunda, recorre los problemas de la fotografía y el arte del siglo veintiuno y llega hasta los confines fantasmales de la postfotografía. No se trata de trayectos paralelos, tampoco de alternativas. Ambas vías integran el mismo laberinto. Son parte de una operación cultural intrincada cuya misión es provocar y no exponer una obra definitiva.

Intervenidos es una metáfora de las difíciles relaciones del ciudadano contemporáneo con la abundancia de información y las estrategias del poder. Su simbología, desplegada en una estructura expositiva no convencional, se refiere a la convivencia de los grandes datos con la escasez de recursos en el tercer mundo, a la opacidad de las organizaciones públicas y privadas con respecto a la transparencia de la vida íntima en las redes sociales, a la ilimitada producción de mensajes desde los centros de poder y la censura impuesta a los disidentes, a la pretensión de las ideologías por mantenerse inmunes y a la fragilidad del cuerpo humano cuando su integridad es violada por las tácticas de los sistemas dominantes.
El trabajo de Arispe es un discurso sobre la ambigüedad de la información. También sobre la inconsistencia de la identidad individual y colectiva de nuestro tiempo. Por eso, las contradicciones sociales, políticas y estéticas que aborda no son superadas en las imágenes. No obstante, en su interior los conflictos tienden a desbordarse y a estimular conceptos cuya solidez es sospechosa justo porque están en boga: postverdad, avatar y millenials entre otros. El asunto en Intervenidos no es solo la contradicción entre fuerzas opresoras y libertarias sino la ambigüedad de los límites personales y sociales. Asimismo, no es una disertación sobre los linderos de la representación en el arte y la fotografía, pues lo fotográfico no tiene un espacio demarcado: es todo el espacio en sí mismo.

Cuerpos dóciles en el laberinto

En la instalación elaborada por Ricardo Arispe, las máscaras son artilugios mediadores entre la interioridad de los seres humanos y las contingencias de la vida. Sin embargo, no se refieren a objetos arquetipales, sagrados o mágicos. Se trata de simulacros visuales que operan como una contraseña: claves indispensables para el intercambio de datos entre el sujeto y el mundo. Funcionan como passwords que permiten integrar la confusión de la gente a la confusión de las ciudades. Están hechos, como todo código ofuscado, de fragmentos extraídos de materiales ordinarios e integrados de modo insólito: maculaturas, cintas de seguridad y láminas de zing entre otros.

Las máscaras en Intervenidos ofrecen una poética del tiempo y el espacio urbano. En ellas hay trazos extraídos de calles y avenidas, memorias de vidas comunes, leyes e indicios de la presencia de los medios de comunicación. Ellas no protegen ni conectan a sus usuarios con lo transcendental, a diferencia de los objetos sagrados. Su cometido es brutal: adosan las variables del caos global-local al rostro de unos seres híbridos, inconclusos, inseguros. La máscara viste al maniquí: modelo cliché del cuerpo humano de este siglo. También a los bustos de los héroes y las imágenes de los santos

Arispe apela a la fragilidad del cuerpo y la identidad posthumana en su trabajo. Por eso todo está desmembrado en el espacio y, a la vez, integrado simbólicamente en el artificio de la máscara-contraseña. Las lecturas, tal como las identidades, son provisionales. Y aunque el universo visual de la instalación está intervenido por leyes e informaciones cotidianas, no hay conceptos establecidos, soluciones políticas o límites visuales concretos. La sensibilidad imperante es la confusión pues, tal como ocurre con los medios y las redes, nada calla, no hay sistemas permanentes y ningún discurso domina al otro. El territorio imperante donde todas las intervenciones dominan, bien se trate de violación, espionaje, diálogo o mediación es el desconcierto.

En Intervenidos pueden asomarse temáticas y problemas concretos: contaminación, diabetes y escasez de medicamentos, pobreza, represión política, censura, resiliencia y activismo. También nombres de cómplices citados en la obra: José Vívenes, Juan Diego Pérez, Pancho Acuña, Jesús Briceño, Carolina Afonso, Max Provenzano, Cesibel Navas, Ana Mosquera, Victoria Arispe, Juan Marroquín, Alberto Asprino y Elvira Prieto. Sin embargo, las temáticas, los problemas y las personas están asediados por la volatilidad de la información. Arispe no está haciendo un panfleto, un catálogo o lanzando una denuncia; su trabajo es mostrar, dejar aparecer: intervenir como acontecer. Por eso Intervenidos es una operación cultural, la función del arte ahí es activar el performance de la sociedad del instante: la nuestra, la de todos quienes llegan hasta sus espacios en el Centro Cultural UCAB.

Humberto Valdivieso
Curador del Centro Cultural UCAB

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